Antes de salir
Neumáticos
Elevar la presión de inflado por encima de lo que recomienda el fabricante para carga normal (unas tres décimas) permite reducir el consumo del orden de 0,2 litros cada 100 kilómetros. Al aumentar ligeramente la presión, la rueda gana curvatura y hay menor cantidad de goma en contacto con el suelo, disminuyendo el rozamiento y las exigencias al motor.
Si toca cambiar los neumáticos al vehículo, se puede aprovechar para montar cubiertas ecológicas o de baja resistencia a la rodadura, que, por su menor fricción, debido a sus componentes especiales, reducen el consumo frente a las convencionales en torno a 0,2 litros. Con estas ruedas, sin embargo, no es recomendable aplicar una presión superior a la indicada, porque, aunque se mejorará la eficiencia, se puede empeorar demasiado el agarre.
Peso y aerodinámica
Son dos de los grandes factores que inciden en el gasto de carburante de cualquier coche. Y cada detalle cuenta. Por ejemplo, conviene no convertir el maletero en una especie de trastero, repleto de bultos innecesarios que apenas se usan y elevan el peso. Y es que, de promedio, cada 35 o 40 kilos extras incrementan el consumo unos 0,10 litros.
También hay que prestar atención a las bacas y cofres que se fijan en el techo. Son muy útiles para ganar capacidad de transporte, pero empeoran la aerodinámica del coche y, al mismo tiempo, aumentan también el peso. Un cofre situado arriba y cargado con 30 kilos puede elevar el consumo más de un litro cada 100 kilómetros al viajar por autopista a 120 km/h. Abrir las ventanillas en marcha también frena mucho el avance del modelo y puede suponer otro medio litro adicional.
Lavar la carrocería pone asimismo su granito de arena para que el coche penetre en el aire con la mayor eficacia posible.
Mantenimiento
Cambiar el aceite y los filtros cuando toca, mantiene limpio el motor y sienta las bases técnicas para poder extraer el máximo de cada gota de carburante. En los modelos de gasolina, sustituir las bujías mejora también la calidad de funcionamiento de la mecánica (los coches diésel no llevan). Y si todo está a punto, utilizar los combustibles de calidad superior que ofrecen las estaciones de servicio permite recorrer un mayor número de kilómetros que termina compensando su mayor precio frente al carburante normal.
Al volante
Arranque
No hace falta acelerar para arrancar el coche, basta con girar la llave de contacto.
Inicio de marcha
Utilizar la primera velocidad solo en los primeros metros. Poner segunda en cuanto se pueda. En modelos de cierta potencia, se puede incluso iniciar el movimiento en segunda velocidad.
Uso del cambio
Es recomendable tratar de circular con marchas largas, para mantener bajas las revoluciones del motor, que es uno de los grandes pilares del ahorro de carburante. En los modelos turbodiésel, se puede pasar a una relación superior al alcanzar las 1.500 revoluciones en marchas cortas, y desde 1.800 o 2.000 vueltas, aproximadamente, en las más largas; en los de gasolina conviene estirar las velocidades hasta las 2.500 vueltas, especialmente a partir de cuarta. Es la técnica que aplican la mayoría de taxistas.
Muchos modelos modernos incluyen un indicador de cambio de marcha eficiente, que recomienda al conductor cuando subir y bajar de marcha, y ayuda a gastar menos. Conviene atender sus recomendaciones.
En los coches automáticos, al menos en los de última generación, es mejor dejar que el cambio trabaje por sí mismo que manejar las marchas manualmente. Si el modelo ofrece además algún tipo de programa de conducción eficiente, interesa también conectarlo para obtener los mejores resultados.
Punto muerto
Un error muy común. No hay que avanzar sin ninguna marcha engranada. Un coche en punto muerto gasta (poco, pero gasta), porque la electrónica entiende que el motor está al ralentí y hace que la inyección suministre carburante para mantenerlo en marcha y evitar que se cale. En cambio, si se deja de acelerar y se aprovecha la inercia, el impulso de las ruedas moverá a su vez la transmisión y el motor, la inyección cortará la alimentación y el consumo será cero. Se puede comprobar fácilmente con el ordenador del vehículo.
Subidas
Es mejor acelerar un poco más en el tramo previo para ganar velocidad e iniciar el repecho con más ritmo para no tener que acelerar tanto mientras se corona la pendiente.
Bajadas
Engranar una marcha que aporte una retención adecuada al desnivel, y dejar al coche descender con la relación insertada, aprovechando el freno motor y, de ser necesario, ayudándose con los frenos. No poner punto muerto.
Aceleraciones e inercias
Conviene ganar velocidad de forma progresiva, evitando acelerones bruscos. La clave está en ir cogiendo ritmo con suavidad e ir enlazando marchas sin prisas, para mantener bajas las revoluciones en el motor.
Aunque resulte sorprendente, es relativamente sencillo que el coche pueda moverse sin acelerar, con su propia inercia, al menos durante un 30% del tiempo total de circulación de cada trayecto.
Se trata de dejar de acelerar cuanto antes si vamos a tener que parar después para tratar de aprovechar al máximo nuestra inercia. Por ejemplo, hay que levantar el pie cuando atisbamos una retención o nos acercamos a un semáforo o a coches que circulan más despacio, y también cuando nos aproximamos a cualquier peaje. En este caso se puede dejar de acelerar unos 500 metros antes de la barrera para alcanzar la caseta de pago con la inercia.
Aprovechar la inercia cobra una relevancia especial en los modelos eléctricos puros e híbridos enchufables, porque cuanto más se desacelere y frene, mayor cantidad de energía eléctrica almacenará el coche y las baterías durarán más.
Empieza a ser habitual que los modelos más modernos con cambio automático incluyan una función de planeo sobre el asfalto. Si el conductor desacelera, y el coche entiende que el terreno es aprovechable (llano o bajada), la transmisión se desacopla del motor para reducir rozamientos y el coche se desplaza como un barco navegando a vela, sin consumir energía. Es como si el vehículo pusiera él solo punto muerto, aunque en este caso la electrónica se ocupa de que la operación no implique consumo alguno.
Accesorios
Aire acondicionado
El aire acondicionado roba de seis a ocho CV de potencia al motor y puede elevar el consumo hasta medio litro cada 100 kilómetros. Cada vez es más habitual, en los automóviles de última generación, que el aire esté conectado por defecto, desde que se arranca el vehículo. Por ello, y siempre que no haga calor o se necesite para desempañar las ventanillas, se puede apagar y mejorar la eficiencia del coche.
También hay modelos, aunque todavía son minoría, en los que el compresor del aire está desacoplado del motor y funciona con electricidad, que el propio coche produce para alimentarlo en las desaceleraciones y frenadas. En estos coches, su utilización apenas tiene incidencia en el consumo.
Luces y resistencia térmica trasera
En la mayoría de coches modernos no hay que prestar una atención especial, porque el alternador (que se ocupa de producir electricidad para la batería a partir del motor) trabaja con la electricidad que el propio coche produce en las desaceleraciones y frenadas, y no exige por tanto un trabajo extra al propulsor.
En cambio, en los modelos antiguos (con ocho años o más) el alternador siempre suele producir la electricidad a partir del motor. Si se conecta la luneta térmica trasera, por ejemplo, que es uno de los accesorios que más energía demanda, el consumo puede subir del orden de 0,3 o 0,4 litros cada 100 kilómetros. Por ello, conviene encenderla solo el tiempo estrictamente necesario para desempañar el cristal y garantizar una correcta visibilidad. Con las luces sucede lo mismo, aunque demandan menos energía y el incremento se cifra en unos 0,1 o 0,2 litros.
Primero la seguridad, luego la eficiencia
La conducción eficiente no debe entrar en conflicto con la seguridad. Si se está adelantado, por ejemplo, hay que olvidarse de gastar poco y acelerar con intensidad para completar la maniobra con celeridad y estar en el carril contrario el menor tiempo posible.
Lo mismo sucede con las curvas. No se debe abordar un viraje de tercera en quinta pensando en reducir el consumo. Se frena, se engrana la marcha adecuada al tipo de giro y, una vez superado, se podrán retomar las técnicas de conducción eficiente.